Un menor de edad, en completo estado de ebriedad, manejaba vehículo de motor con extrema imprudencia, desorientado en lugar y tiempo, por el abuso en el consumo del alcohol manejaba en una de las avenidas más importantes de la Ciudad y no hubo policía alguno que notara su presencia circulando en sentido contrario ¿Y los padres? ¿Dónde se embruteció ingiriendo exceso de alcohol este joven?

Una vez más ahora se exige se eleven las penas en contra de los homicidas que en estado de ebriedad generan daños irreparables y todo por un estúpido alcohólico al frente de un volante de vehículo ¿No hay más responsables que aquel que ocasiona el daño irreparable?

Hace apenas unos meses otro joven –no menor de edad- por las mismas razones, el alcohol combinado con el volante generó la misma consecuencia: “homicidio” ¡Ha, pero como iba bajo los efectos del alcohol y no fue intencional tuvo derecho a fianza! Insisto ¿No hay más responsables que aquellos que generan en ese momento el daño? Pues no.

¿A nadie se le ha ocurrido legislar para prohibir el consumo del alcohol en todos los antros cuando los y las consumidoras están alcoholizadas? No, hasta ahora dejan que el “cliente o clienta” se “embriague” hasta perder la conciencia, para después solo exigirles el pago de la cuenta y son literalmente echados del negocio sin mayor responsabilidad. Que nuestro derecho prohíbe las penas trascendentes sí, pero en estos casos debiera obligarse y evitar que los y las consumidoras se embrutezcan a tal grado de perder la conciencia. Pero no, es más simple poner “retenes” de vez en cuando para detener aleatoriamente a los vehículos y detectar si algún chofer consumió más alcohol del autorizado para manejar vehículo y si es el caso una multa y se van a casa ¿De dónde vienen? Eso qué importa, van alcoholizados.

En el presente que comentamos, claro que los padres del menor “homicida” también son responsables del accidente ocasionado por su hijo de 17 años. Socialmente reprobable, moralmente inadmisible. Pero la ley es omisa y nada sucede; es menor de edad y con una fianza –que pagan los padres- permanece gozando de su libertad, en tanto que la familia del fallecido sufre todas las graves consecuencias del imprudente deceso. Otra cosa sería si los padres de los menores debieran responder no solo económicamente, también penalmente por permitir voluntaria o involuntariamente que sus hijos se “embrutezcan” hasta perder la conciencia y ocasionar graves consecuencias como el homicidio. Los padres también debieran permanecer un buen rato tras las rejas por no hacerse responsables de una buena educación “moral” de los hijos. Sin embargo el problema es para el Estado y sobre este recargamos todas las culpas, pretendiendo que los responsables se queden en la cárcel como medida de compensación al sufrimiento de la familia dañada y si no es así, el Estado no actúa, es omiso o cómplice.

Mucho ha cambiado la legislación penal, pero no ha sido suficiente. Y es que, la familia es la base de los buenos o malos principios, ahí está el fondo del asunto ¿Cómo que darle el vehículo al hijo menor de edad? ¿Cómo permitirle al hijo que se embrutezca sin que los padres sepan o digan nada al respecto? ¿En qué tugurio se alcoholizó a tal grado, acaso en aquellos en que se promociona el dos por uno o “ladies” gratis? ¡Por favor! Nadie, pero nadie repara el tremendo daño que significa la muerte de una persona.

Es pues imperante que los nuevos legisladores corrijan de fondo no solo agravando las penas de prisión o elevando las fianzas para no hacer elitista la justicia en casos semejantes, sino ir más allá, involucrar a la familia y a los “antreros” quienes tranquilamente dañan a la sociedad con “licencia para matar” sin que ellos sufran consecuencia alguna. 

Involucrar a todas las partes y no solo observar las consecuencias de aquellos hechos en los que participan muchas personas, sobre todo cuando ya no hay remedio en agravio de las familias que sufren el irremediable dolor e irreparable daño.

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