AUTORIDAD SIN AUTORIDAD PARA GOBERNAR

TRAS LA VERDAD

Una vez más, actos de vandalismo (varios delitos en conjunto) dan muestra de la falta de autoridad en el gobierno de la CDMX y del mismo gobierno de la 4T. Durante el fin de semana un grupo nutrido de mujeres “anarquistas”, embozadas, pusieron en “jaque” a las autoridades del orden público; Claudia Sheimbaum demostró la carencia de autoridad; no hubo presencia de seguridad pública y el caos se apoderó de cientos de manifestantes, quienes ocasionaron toda clase de destrozos a su paso, sin que nadie pusiera orden; literalmente las autoridades desaparecieron y las mujeres, bajo el anonimato hicieron lo que quisieron a su paso; la consigna era causar el mayor daño a los bienes propiedad del Estado y los monumentos históricos que a su paso se cruzaron, también fueron dañados. La furia o el enojo hizo presa de Sheimbaum, quien amenazó con iniciar procedimientos legales en contra de las “vándalas”; hasta este momento fue bien recibida la airada y molesta declaración de la jefa de gobierno. Sin embargo, seguramente el Presidente de la República, la “llamó al orden” y la señora reculó casi de inmediato, contradiciendo lo antes dicho. Horas después aseguró que no criminalizaría las manifestaciones, le dio la salida política a un problema eminentemente de naturaleza penal. La autoridad sin autoridad para poner orden en cumplimiento a la ley, el caos se apoderó y prefirió “conservar la paz” con las anarquistas, que hacer valer el Estado de Derecho.

El justo reclamo de las manifestantes “anarquistas”, inició con la denuncia de violación de una menor a manos de elementos de la policía de la CDMX. Hechos que, de acuerdo a la investigación ministerial, no concuerdan con la realidad, todo parece que no sucedieron las cosas como las denunció la menor. Sin embargo, la denuncia solo fue el pretexto para soltar la válvula de presión social, fue destapada, los ánimos ardientes se desbordaron por aquello de los excesos y abusos en contra de las mujeres; feminicidios sin control, violaciones y demás delitos en agravio de las mujeres, sin que exista autoridad que ponga orden; autoridades sin autoridad, incapaces de resolver el agudo problema de inseguridad que se da en muchos Estados de la República Mexicana, en el caso era la CDMX; la mujer, considerada con minusvalía para algunos desquiciados mentales, hacen de ellas o con ellas actos más deleznables; eso tiene que parar y ser sancionados. Pero no hay autoridad capaz de hacerlo. Por eso las “anarquistas” soltaron la furia como expresión de repudio, cansancio y hartazgo de que no haya solución a un delicado y grave problema: el abuso en contra de las mujeres.

El problema que se observa en el caso de las miles de “anarquistas” que se concitaron en la CDMX, es pretender ser atendidas para resolver el delicado problema de violencia en contra de las mujeres, utilizando el mismo método: actos violentos. Cuando esa es precisamente la causa que genera el problema: la violencia. Las manifestaciones sin control alguno (por eso “anarquistas”), sin liderazgos ni jerarquías de mando, no dejaron ver quién o quienes están al frente de la exigencia a las autoridades para que resuelvan el problema de inseguridad pública en que a cada momento viven miles de mujeres. La muchedumbre se hace presente, se convocan por medio de redes sociales y pequeños grupos y asisten miles; al término de las manifestaciones de descontento y agresividad, poco a poco se diluyen, cada quien se va como llegó; y no hay quien convoque a la siguiente manifestación o reunión, nada, simple manifestación anárquica, pero con sobrada razón de ser: alto a la violencia en contra de las mujeres.

El mismo Presidente de la República ha insistido en que no reprimirá al pueblo cuando se manifieste. El problema que las manifestaciones mutan a delincuencia organizada y causan enormes daños a terceros, en tanto la autoridad solo observa y no interviene; y cuando osa hacerlo, la misma autoridad de seguridad pública sale perdiendo, es vituperada, golpeada, vejada, lastimada y los manifestantes hacen de las suyas sin que haya consecuencias legales.

Causa de lo anterior y otros tantos actos vandálicos que no son otra cosa más que delitos bien orquestados, como aquellos bloqueos a las vías del ferrocarril, a las carreteras federales, estatales, tomas de casetas, etcétera; inequívocamente estamos en presencia de la inepta e inoperante autoridad, que privilegia la anarquía gubernamental, antes que el orden al que está obligado, debe conservar la autoridad la tranquilidad y no cumple con la responsabilidad derivada de la ley, premisa fundamental para mantener la paz y el progreso de las sociedades civilizadas. Los belicosos manifestantes anarquistas caen en la misma tesitura que cualquier delincuente, de tal manera que el mismo particular combate la inseguridad con el método de la agresividad convertida en inseguridad, para transformarla en delitos que deben ser castigados. Pero, la tibieza, cobardía e ineptitud de las autoridades raya en el absurdo y prefieren no ejercer sus funciones ante la inexplicable justificación de no criminalizar las manifestaciones ¿Cómo? Las manifestaciones dejaron de ser pacificas como lo mandata la Constitución y, cuando se cometen actos vandálicos (delitos), la autoridad está obligada a poner orden y proceder conforme a derecho; así de simple, no se trata de discrecionalidad, en las que la autoridad a capricho decida actuar en unos casos y en otros no, a pesar de tratarse de actos delictivos. Si un particular, por sí, realiza la misma acción, se va a la cárcel; ha, pero si lo hace en grupo de manifestantes, entonces la autoridad se abstiene y no criminaliza. Solo en México se puede ver y vivir semejante aberración legal. La autoridad responsable de la seguridad pública también incurre en responsabilidad al no actuar, Sheimbaum lo hace al dar órdenes de no actuar a la policía; empero, entre ellas también existe contubernio y se solapan unas a otras. No hay delito que perseguir, total solo son daños al patrimonio y esos los repara el mismo gobierno. Los ejemplos de (los) gobierno son pésimos.

Sí en contra de todo aquel acto y sujeto que violente a la mujer o al hombre, sin distingos ni preferencias. Diferencias que no hace la ley entre el hombre y la mujer. No en contra de cualquier método violento para reclamar el cumplimiento de la obligación de la autoridad de seguridad pública (en estos casos). No valen los discursos de castigar a los responsables de cualquier violación de derechos a las mujeres, más en tratándose de feminicidios y reiterar hasta el cansancio que se sancionarán con todo el peso de la ley a los delincuentes; no, así no, no queremos delincuentes; primero la prevención, fundamental ante todo, eso es lo que importa, prevenir la comisión de hechos delictivos hasta donde sea posible. Resolver el daño causado, en muchos casos, es imposible una vez generado, máxime en tratándose de alguna muerte (seo hombre o mujer), el valor de la vida es el mismo para la mujer o el hombre. Hay que prevenir. Políticas de prevención, de contención, eso debe hacer la autoridad. No son temas ni acciones irreconciliables. Por supuesto, un no a los métodos violentos, delictivos para reclamar derechos, de manifestante muta a delincuente y esos delincuentes también deben ser castigados, pero no cometer otro delito por el incumplimiento de la ley por parte de la autoridad. Así las cosas, estamos en presencia del anarquismo puro, eso nos lleva ineludiblemente a la violencia colectiva, al desorden, al caos institucional y todo por no criminalizar a manifestantes que incurrieron en flagrancia de delitos. Concatenación de delitos ¡Inconcebible!

Héctor Parra Rodríguez

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