“México gobernado por un utópico socialista: AMLO”. Jesús Roldán Acosta.

“Frecuencias”
A manera de pesadillas e incertidumbres recurrentes, el grueso de la ciudadanía mexicana se percibe como “conejillo de indias” por la dislocada y disruptiva manera en que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha hecho de su gestión gubernamental, aderezada de un interminable acertijo en el día a día; así no avanza de forma armónica y equilibrada ninguna sociedad que se jacte ser democrática.
A dos años de haber asumido la presidencia, López Obrador señala, que ya cumplió con el 95 por ciento de sus promesas de campaña y que le resta sólo el 5%. De esa manera, AMLO clama y menciona – ‘a los cuatro vientos’ – que ya ha hecho su tarea. En los ojos y en la mente del grueso de los mexicanos, López Obrador no ha invertido en la construcción de obras públicas que sean de verdadero y amplio beneficio de todos los mexicanos; los resultados no están a la vista de la ciudadanía.
Aún más y como para reír o llorar, se registraron las declaraciones de la lectura del Segundo Informe presidencial, (martes 1 de septiembre), en relación a que “su gobierno no será recordado por corrupto”; no cabe duda que su estatus de ‘Alzheimer’ está presente y presenta a modo y a su propia conveniencia el pírrico avance de su innoble y por demás torpe y dañina 4-T.
Además, uno se pregunta acerca de ¿cuál es la “fórmula única en el mundo”, utilizado por López Obrador para encarar la actual y simbiótica crisis: pandemia-economía?
Desde luego y de manera simple se debe al alarmante aumento de contagios y muertes de personas por el Covid-19, aunado a 1 millón 80 mil familias mexicanas que ya no tienen ingresos (de abril-junio del 2020), al masivo cierre de fuentes laborales, así como al nulo crecimiento de la economía y a la desmotivación de los grandes inversionistas nacionales y extranjeros por invertir en México, esto último, derivado de la incertidumbre jurídica mostrada por AMLO.
De acuerdo con lo expresado por el profesor e investigador del ITESM, doctor en economía, Carlos Ursúa Macías (ex secretario de Hacienda y Crédito Público al inicio del mandato de López Obrador), “hasta finales de julio del 2019 la economía nacional era mala, se venían generando problemas con la presencia de una espiral (hacia abajo) y desde entonces, se veían llegar los actuales problemas”.
Esencialmente, a la fecha, no hay suficientes recursos financieros públicos, la recaudación fiscal es del 14% del Producto Interno Bruto (PIB) y se recrudecen si no tenemos grandes ganancias o ingresos tributarios extraordinarios, sea por derecho de explotación y venta de hidrocarburos o del cobre, como en el caso de Chile. Por cierto, en la mayor parte de América Latina, la recaudación tributaria es del 20% del PIB.
México es la segunda nación del continente americano con menos apoyos gubernamentales para la economía. Se perdieron 1 millón 117, 584 empleos formales, el 89% de ellos pertenecen al rango de 1-3 salarios mínimos y 71% permanentes. Aunado a ello, el 30% de las familias registran que, al menos algún integrante de su familia perdió su fuente de ingresos durante la presente pandemia y que, de acuerdo a los datos suministrados por el Coneval, 15 millones de personas se sumaron a la pobreza laboral, como consecuencia del Covid-19.
El gran desorden y resultado de los crasos errores del presidente, como son: inseguridad como consecuencia (desde el primero de diciembre de 2018 y para finales de julio pasado) se registraron poco más de 59 mil muertes por homicidios dolosos, de seguir esa tendencia este mismo año podría constituirse como el más violento de la historia del siglo XXI de México.
 Aunado a lo antes adscrito nos encontramos con la aberrante concentración de la asignación de recursos públicos en unas pocas obras de infraestructura (construcción de la Refinería Dos Bocas, Tren Maya, rescate de un enfermo terminal como es Pemex), además del incremento en los casos de corrupción ligados al círculo familiar del propio ejecutivo federal y de sus colaboradores cercanos, no se diga del mal manejo de la sanidad que junto con el subregistro de la secretaría de Salud Federal de más de 19 mil muertes por la pandemia, (contabilizando poco más de 65 mil decesos por Covid-19); todo ello se refleja en la fuerte caída del PIB al -18.7% en el segundo trimestre del 2020.
 De esa manera, México ha retrocedido poco más de diez años en su actividad económica, trayendo consigo que nuestro país se ubique en la quinta posición mundial más golpeada por la crisis. En la reciente Junta de Gobierno del Banco de México, se mencionó que como mínimo México tardará regresar a los niveles en que se encontraba la economía -para el 1 de diciembre del 2018, fecha en que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumiera el cargo de presidente la República Mexicana.
En México, “Programas Sociales” que en nada benefician al grueso de los mexicanos (sólo preparan la masa de votantes) y mucho se ha despilfarrado en faraónicas e innecesarias obras físicas (Tren Maya, Refinería Dos Bocas y rescate de Pemex), es poco el dinero existente para el tamaño de los reales y desquiciantes problemas a los que se enfrenta el país. Las finanzas públicas están raquíticas, tiende a escasear el recurso público; en síntesis, hay aniquilamiento de la economía mexicana en su conjunto.
Lo anterior se dificulta en tanto que, como nación, debemos tener como mínimo, una inversión del 25%.
La inversión pública se ha visto reducida a lo largo de los años; en el 2018 esa era del 22.4%, de las que el 19.1% era privada (nacional y extranjera).
Para ese mismo año, el entonces titular de Hacienda, el doctor en economía, Carlos Ursúa Macías, creía que podríamos crecer a un 25%. Desafortunadamente para el 2019 en lugar del 22.9% del PIB terminó en un 20.2% del PIB, ya que estrepitosamente cayó la inversión pública, debido a que no había liquidez, aunado a que también la inversión privada descendió, en gran medida por la pérdida de confianza del empresariado.
Nuestra nación requiere de inmediato de una estrategia que impulse el crecimiento económico y lleguen inversiones a nuestro país.
Las empresas y el gobierno mexicano tendrán que reactivar a pasos acelerados la competitividad -sobre todo- los sectores claves de la economía.
Por el contrario, el presidente mexicano no enfatiza y tampoco le interesa adoptar novedosos modelos de modernas y prósperas naciones que han sobresalido en los niveles de crecimiento, bienestar y desarrollo económico, así demuestra su pequeñez e ignorancia por hacer que las desigualdades sociales sean menores, no atiende al cierre de brechas y discrepancias de las diferentes clases sociales.
La solución no debe ser más en obsequiar el gran apoyo de recursos económicos de la nación destinado a los cuarteles militares y la élite castrense que ya juega el papel de administrador y constructor de enormes obras de infraestructura física pública, tampoco es incursionar en el camino de las grandes “utopías socialistas” -los resultados de éstas han sido catastróficos-, traen consigo, muchas veces, la ruta de la violencia y atentan contra las democracias, reduciendo, consecuentemente los niveles de bienestar y riqueza de la población; y crecen los niveles de pobreza en la clase media del país, otrora importante eslabón en la cadena del crecimiento económica, en tanto que son quienes pagan impuestos; no los pobres, éstos son bastiones de mercados clientelares  para los votos y viven a expensas de quienes sí producen.
Recordemos que AMLO se ha comportado como destructor de instituciones, antaño creadas por el pueblo y para el beneficio de éste.
Sus pésimas y autoritarias decisiones dividen a la sociedad mexicana. El principio “Divide et impera” (“Divide y vencerás”) es su dogma de fe.
“Manifestaciones conductuales y abyecta personalidad del presidente de México”:
 Para conocer más la personalidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, por las recurrentes manifestaciones que exterioriza en su vida diaria y de acuerdo con información especializada en rasgos psico-sociales, plasmadas en el documento “DSM-V”, él presenta serios desórdenes de la personalidad antisocial conocido como sociopatía.
Ésta, en lo general, se caracteriza por la insensatez y no tiene control de sus impulsos frenéticos, presenta fallas serias en el manejo de la ira (o coraje) y presenta evidentes conductas antisociales, como el robo, la mentira frecuente, adicciones, tendencias criminales (asesinatos), como parte inherente a su ser.
Como se sabe y quedó registrado en su pubertad, López Obrador acribilló de un tiro por la espalda a su hermano menor, eso ocurrió por una reyerta dentro de la tienda de abarrotes donde su finado padre tenía guardada una pistola, ese hecho se derivó de un altercado verbal entre hermanos y que trascendió a mayores; carga, al igual que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari una muerte en su haber, acaecidas ambas en su época juvenil.
Otra de las personalidades del sociópata es que son narcisistas, egocéntricos y no tienen empatía hacia los demás – tan sólo veamos a cuantos miles de infantes mexicanos se les retiró el suministro de medicamentos para tratar el cáncer infantil-, o el pésimo manejo sanitario de Covid-19 que hasta ayer martes (1 de setiembre, 2020) sumaron poco más de 65 mil decesos.
Los sociópatas pueden mostrarse “encantadores”, son buenos histriones y manipuladores, juega su papel (no creíble para muchos) de ir contra los corruptos.
Existe también la “sociopatía funcional” -ésta no tiene cura-, cuando ya se trata de un serio y evidente desorden emocional.
La sociopatía se desarrolla y se aprende, a diferencia de la psicopatía, ellos nacen con una condición neurológica. En el psicópata hay lesión en el lóbulo frontal; en ambos casos, no existen sentimientos de culpa y se pueden “controlar” con fármacos.
En cuanto a la demencia senil y que algunos medios nacionales y extranjeros, como El Financial Times, The Wall Street Journal, The New York Times, entre otros, han mencionado que el presidente Andrés Manuel López Obrador esta patología la podrá padecer, es un deterioro de las funciones mentales: pensamiento y razonamiento lentificados, además de fallas de la memoria y del lenguaje lento, aunque no descartemos que en López Obrador puede haber una buena parte de “actuación”, que le es muy útil para enganchar a la gente y generar insulsas polémicas que mucho le sirven políticamente a él, en tanto que provoca magnas distracciones y desviar múltiples miradas de los grandes y verdaderos problemas nacionales que, en verdad, lastiman y son de notoria gravedad: aumento en los niveles de corrupción y de la inseguridad ciudadana, elevado desempleo, reducción de la productividad y reactivación de la economía; pérdida del PIB (-18.7%), inflación reducción del valor del peso mexicano frente a la divisa estadounidense, etcétera.
Parafraseando a Diego Fernández de Cevallos, al referirse a López Obrador, “su comportamiento es el de un bribón de tiempo completo, es un lépero, intolerante, desvergonzado, autoritario y mentiroso”, tal cantidad de adjetivos calificativos hacia AMLO refrendan mis observaciones acerca de sus rasgos de personalidad que hacen del proceder de este mandatario, un tirano y del total peligro para la sociedad que gobierna.
En síntesis, el gobierno de AMLO es “Oclócrata”, según la visión aristotélica, se define a “la forma pura de un gobierno tirano y de la muchedumbre, de la masa, o del gentío”, que conduce un gobierno de manera viciada, confunde y es irracional, carece de capacidad de autogobierno y no conserva lo necesario para considerarse como “fiel representante” del pueblo; es un gobernante que “la engañifa diaria es su pan de cada día”.
@JROLDANA

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